Culturhaza

[RESPIRAR APENAS]

Quizá solo el instinto de supervivencia y la razón, ciegamente aferrada a las evidencias estadísticas, impulsan
a encerrarse en un refugio antiaéreo que es un laberinto subterráneo, una ratonera, una topera, para seres
que habitualmente viven en el aire. Pero cuando del aire que habitamos en común cae dolor y muerte, nos
aferramos a lo que creemos seguro. Allí, en el refugio antiaéreo, compartiendo la oscuridad y la suerte con
otros, cada uno es un cuerpo aherrojado escuchando a su fisiología. Dicen que en el cúlmen del miedo se
desdibuja el entorno y uno mismo desaparece en una sensación de irrealidad: el cerebro rechaza la amenaza
con una maniobra de las suyas para que en el cuerpo funcione lo estrictamente necesario. Hay grados de
resistencia psicológica, por supuesto.

Y cuando suena otra vez la alarma que avisa de que el peligro ha pasado ¿Cómo salir del laberinto cuando
se ha oído el estruendo?

La instalación “Respirar apenas” recalca la insensatez de los hombres capaces de hacerse daño, de destruir
la historia personal de los ciudadanos y de las ciudades. Pendientes de un hilo la vida, la razón, la hacienda,
los logros... en el refugio se remansa el tiempo y erosiona los rígidos pasillos, hace un meandro, retrocede
abrazando la barbarie. En la húmeda oscuridad, el aire viciado transmite sonido y magnifica el movimiento de
lo que pende sobre la fragilidad asentada en el banquillo lateral del pasillo del refugio antiaéreo...quiere sonar
a consuelo de estar juntos, a tranquilo redil nocturno, un azaroso sonido cristalino para alejar negruras. Pues
no se puede vivir en un refugio antiaéreo, solo resistir un tiempo limitado, conteniéndose.

Queda lejos aquella guerra civil que la mayoría de nosotros no conoció, pero todos conocemos la guerra que
asoma diariamente a las televisiones en breves ráfagas, guerras más modernas, más crueles, más y más
insensatas. En la pantalla los drones sobrevuelan pueblos perdidos de Afganistán, sobrevuelan peladas planicies, y tiran proyectiles de verdad sobre gente que trabaja en el campo lejos de refugios antiaéreos. Vuela
la avaricia. Y otra vez el miedo, la muerte, el dolor, la locura, y sus secuelas sobre el mundo, sobre todos los que respiramos el aire que nos une.

Villarrubia (Córdoba), Noviembre 2013
Protasia Cancho y Agripino Terrón
































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